Rebuscando la punta'e l'ebra VI
Como de precisiones parece que se va tratando, hay otra que también se debe hacer. ¿Existía en Chile?, o digámoslo de otra manera, ¿En el territorio que hoy pertenece a Chile, existía un tipo de caballo del país, criollo, indígena, chileno, o como queramos llamarle, único? ¡No! Por supuesto que las condiciones de intercambio entre regiones y zonas, no eran las que ahora predominan. Por lo tanto el trasvasije de caballos por el territorio era bastante limitado. Salvo en los momentos en que se producían eventos, como las guerras, las que trascendían los límites de las regiones, áreas o zonas, en que algunos grupos humanos convivían con cierta asiduidad. La extensión normal de un área en la que se intercambiaba cultura y bienes, caballos entre ellos, no eran, generalmente, más allá que de algunos pocos kilómetros cuadrados, o leguas como se decía por entonces. Hasta donde era fácil moverse, a pie o, a lo más, a caballo.
Esto, como ya lo expliqué alguna vez, produjo la creación de biotipos caballares diferentes. Los que se reproducían endogámicamente, es decir con un alto grado de parentesco. Esto permitía la concentración de caracteres, de genes, buenos o malos. Así, se gestaron familias, como se les denominó, de características muy disímiles. Algunas se destacaban por su alzada, alta o baja. Otras, por alguna característica en su conformación, como la familia vichiculenina del Guante I, que eran “echados de adelante”, posaban sus cascos delanteros bajo la proyección al suelo de su cuerpo, reduciendo la base de apoyo. Esto, según don Uldaricio, se debía a que vivían en un territorio donde casi no existía el suelo plano, casi nunca se podían parar con comodidad.
En otras partes predominaban ciertas capas, como en el caso de los cateminos o “tordillos de peca”, donde predominaban los rosillos moros que terminaban, con la edad, en tordillos. En los quilamutanos, de poca alzada, algo esmirriados, predominaban los bayos, barrosos y coipos, con la característica “raya de mula” y cabos tigre. Así, la historia registra a muchas más familias, cada una con sus virtudes y defectos: cuevanos, torrealbinos, bravinos, ovallinos, chiñiguanos, popetanos, huicanos, principalinos, choapinos, vichiculeninos, cardonalinos, huaiquinos, olivanos, nuñanos, aguirranos, peldehuinos, patagüillanos, paininos, loloinos, vialinos, mallarauquinos, alejandrinos, peralillanos, escorialinos, tantehuanos, polulanos, hualtatinos, mariposinos, rucamanquinos, ulloinos, ninhuinos, huemulinos, pangalinos, puertinos, idahuinos, bucetanos, rauteninos, colinanos, caliboranos, patricianos, coliguanos, pataguinos, polpaiquinos, chepicanos, vaquerinos, trebulcanos, entre todas las que deben haber existido y no dejaron huella histórica por no haber entrado sus descendientes al registro.
De todas las familias con cierta connotación y fama, algunas más que otras, sólo doce de las más importantes entraron al registro hijos. Otras, menos importantes, cinco, de antecedentes menos conocidos, también hicieron su aporte. Si revisamos el trabajo de don Fco. Antonio Encina podemos ver de qué Familias se inscribieron reproductores:
1.- De la Familia Quilamutana se registraron hijos de varios potros: Del Choroy I se inscribió su hijo Choroy II (Nº 1521) y de un hijo de éste, Choroy III, también se inscribieron hijos. Además entraron hijos de General Pililo I, Pichideguano I, Condorito, Patagüillano, Barquillo, Huachalomo, Judío y El Colorado, todos quilamutanos.
2.- De la gran Familia Cuevana se inscribieron hijos de padres de las cuatro estirpes que la componían. Así, de la Estirpe del Caldeado, padre de Bayo León y abuelo de Coipo, entraron al Registro un hijo de éste último Azogue (Nº 452) y algunas de sus hijas. Esta estirpe, hoy extinta por línea masculina, tiene una historia más larga que la que comúnmente se dice. Ya habrá tiempo de hincarle el diente. De la Estirpe del Quebrado, padre del Chino Viejo, padre de El Chino, a su vez padre de Alfil I y éste padre de Angamos I, se inscribieron hijos e hijas de éste último que se reprodujo en el Criadero Miraflores de don Alberto Correa y después en Aculeo donde murió en 1908. Hijos notables de éste gran potro fueron en Aculeo: Cóndor I (407); Arrebol (408); Alfil II (409); Alicanto (411); Corzo (412) De la Estirpe del Halcón, padre de Rabicano, se incorporó Halcón II (Nº 1192). De la Estirpe del Tordillo Trotador, considerado como lo mejor que tenía por don Pedro y que fue padre del Ñato, a su vez padre del Despaletado, entraron al registro tres hijas del Ñato y varias del Despaletado, pero su línea masculina se extinguió muy luego.
3.- De la Familia Principalina llegaron al Registro dos de sus Ramas. De la Rama Cuevana del Principal, los hijos de Traidor I: Traidor II, Azarcón, Acero y Pensamiento aportaron crías al Registro. De la Rama Catemina del Principal, Horchata, originario de Catemu, de los antiguos “tordillos de peca”, padre de Plata, y Cuervo, traídode San José de Catemu, aportaron descendencia al Registro. De ésta Familia sólo se conservó descendencia por línea masculina a través de Africano (Nº552), hijo de Zángano y nieto de Disparate (Nº 220), éste hijo del Acero.
4.- De la Familia Cardonalina entraron descendientes de dos Ramas y de otros potros del mismo origen. Rama Cardonalina de Mancha; de Mancha se inscribió un hijo Tucapel (Nº 137). Además, entraron descendientes de hijos de Tucapel como Cacique, Crino y Araucano. Esta línea se perpetuó por Golondrina (N 2684) también hijo de Tucapel y por algunas hijas de Crino. Rama Cardonalina de Burro, Burro dio a Bayo Grande, el que fue padre de Guanaco (N 238). Petizo fue un hijo de Guanaco que actuó en La Victoria y en Aculeo donde murió en 1912. La sangre del Burro entró al Registro con algunas hijas de Bayo Grande y con Gacho y demás hijos de Petizo. Otros padrillos cardonalinos fueron: Floreta, Gómez, Dije I y sus dos hijos, Paseante y Dije II, los que aportaron algunas crías al registro.
5.- De la Familia Guante fueron Guante I, el iniciador, y sus hijos Guante II, Bucetano, Noble, Tintero y Don Blas.La sangre Guante, en la línea masculina, se conserva sólo por Cristal I (Nº 407, por Guante I y Mezcla, ex Copa; Nº 392), pero hay otra línea que ha tomado su nombre derivada de su hija Vicuña I (Nº 621).
6.- De la Familia Aculeguana entraron al Registro descendientes de varias de sus ramas. Rama Vichiculenina de El Naranjo. Naranjo, vichiculenino, llegó a Aculeo por 1867 y engendró a Codicia (Nº 73) y a Botín. De los hijos de Codicia se inscribieron: Bronce (Nº 1); Magnolia (Nº 46); Pluma (Nº 78); Níspero (Nº79); Retoño (Nº 105) y Noble (Nº 106). Además, entraron al registro hijos de otro hijo, Nisperito y de un nieto Triunfo, los que no se inscribieron. De Níspero, ex Tamal, hijo de Codicia, se inscribieron: Tumbaga (Nº 1082); Limachito (Nº 1122); Arauco (Nº 2569) y Gorgorito (Nº 2570) y quedó sin inscribirse Botón I, que si tuvo descendencia inscrita. También entraron al registro hijos del Triunfo, un hijo de Magnolia (Nº 46). De la Rama Vichiculenina de El NIspero, El Nispero I engendró a Nispero II, del que algunos hijos entraron al Registro. De la Rama Vichiculenina de El Cordero, Cordero I llegó a Aculeo hacia 1867 y engendró a Cordero II (Nº 81), el que a su vez fue padre de Pluma y Aculeo, los que aportaron algunos hijos al Registro. También actuaron en Aculeo, Painino, potro de la familia cuevana y los criollos aculeguanos Diucón y Sombra, todos con crías inscritas. Fuera de Aculeo actuaron algunos potros aculeguanos originarios, a saber: Jabón, Bronce y Bayo, de los que también se inscribieron crías.
7.- De la Familia Vichiculenina, eran el Bayo de Vichiculen y el Mulato de Vichiculen, más conocido como Vichiculenino, y ella continua en el Registro con Guindo (Nº 528), Secreto (Nº 1336) y otros hijos del Mulato. Alazán, hijo del Guindo también dejó crías inscritas.
8.- De la Familia Huicana, entraron al Registro algunas hembras hijas del Huicano. Esta familia muy numerosa años antes, está extinguida por línea masculina y los últimos potros que han servido en El Huique han sido quilamutanos, vichiculeninos y principalinos.
9.- De la Familia Ovallina, dela familia Ovalle dela hacienda Los Torunos en Graneros, fueron Sultán y sus hijos Trovador y Maceo. Cubano, hijo de Maceo, y Patas Tigres, que se reprodujo en Rautén, Llay Llay y Paine, donde murió en 1922. Al registro entraron hijos de Sultán y de Cubano. Aparte de éstos, se han inscrito hijos de Trovador, Maceo y de Moro (Nº 172) con la denominación de ovallinos. Esta familia se extinguió en línea masculina con el Cubano.
10.- De la Familia Chiñiguana, fueron El Chiñiguano y el Paño de Manos. Esta sangre entró al Registro por los hijos del Chiñiguano: Salitre (Nº 83); Desprecio (Nº 95) y Veterano (Nº 1670)
11.- De la Familia del Mulato Viejo de San Vicente, fueron el Mulato Viejo, el Raulino y Tagua I, padre de Tagua II (Nº 619) que entró al Registro.
12.- De la Familia Catemina, entró al Registro El Huaco (Nº 1744), potro que era hijo de “Chilenode San José de Catemu” y “Catemina”. Esta familia, con tan reducida entrada como tal, ya que se inscribieron muchos ejemplares como hijos de yeguas cateminas, es una de las pocas que aún se mantienen por línea masculina, por Chamal (Nº 2608), que engendró 174 crías inscritas, entre ellas a Vermellón (Nº 3878) y Gañancito (Nº 6109), el que a su vez dio 204 crías y su hijo Lircay (Nº 8402) dejó 203 crías.
Estas familias eran bastante conocidas en los tiempos en que se instauró el Registro. Sin embargo, hubo padrillos de otros orígenes, menos conocidos y que no pertenecían a las familias ya nombradas, pero que pasaron todas las pruebas a que fueron sometidos como para ser catalogados como puros chilenos.
13.- De la Familia del Babieca, fueron Babieca I, su hijo Babieca II y su hijo Pipiolo.
14.- De la Familia del Alazán Viejo o Popetana, fueron el Alazán Viejo y su hijo Michay.
15.- De la Familia Polulana, fue el Tordillo de Polulo.
16.- De la Familia Tantehuina, fue el potro Porvenir.
17.- De la Familia Polpaiquina, fue el potro El Diuca.
Todas éstas últimas tuvieron descendientes que ingresaron al Registro, fuera de muchos otros progenitores de antecedentes menos conocidos en cuanto a su pertenencia a alguna familia de cierta trascendencia.
Por lo anterior, al menos a mi parecer, queda palmariamente demostrado que el caballo chileno actual, si bien tiene un origen remoto casi común, solo casi, porque es dable suponer que en los mismos caballos traídos desde España debió haber existido alguna cierta variabilidad, no implicó que se lograra un solo tipo de caballos. Es decir no solo es el origen el que marca el resultado. Lo anterior se prueba en el ocasional aparecer de caballos ambladores y de trote braceado, en los que aún la poca variabilidad inesperadamente rebotaba hacia sus ancestros diversos.
Pero, si suponemos que, en los trescientos y tantos años que ya habían pasado desde la llegada a Chile y el inicio del Registro, hubiese existido un ambiente natural uniforme para todos y una selección inducida por la utilidad, también común para todos, nos equivocamos. Nos equivocamos porque quedó demostrado que en 1893, al iniciar la inscripción, existían diversos tipos de caballos, los que daban origen a castas o familias perfectamente identificables y diferenciables.
De esto podemos colegir que, aunque ya advertimos que en Chile se dio la rareza que en toda la zona central de lo que hoy es nuestro territorio, prácticamente, a todos los caballos de silla o vaqueros, se les impuso exigencias de habilidad o utilidad muy parecidas, si no iguales, las diferencias en los ambientes naturales en que se criaban y en los gustos personales de quienes criaban, produjeron caballos, a lo más, de cierto parecido general, pero claramente separables por el ojo experto, en cuanto a morfología y aptitudes.
Como corolario podemos decir que, aún bajo la cierta apariencia común de nuestros caballos de hoy, en lo profundo de su constitución, en sus genes, aún barbotea la diversidad genética impuesta por los años de crianza enla propia España; por la diversidad aparentemente de poca significancia, pero solo aparentemente, de los trescientos y tantos años de crianzas en el Chile colonial y de comienzos de país independiente; y por las posibles influencias del mestizaje que pudieren haberse escapado al harnero de la inscripción en el Registro. Tal vez, desde el Registro en adelante, la influencia de las diferencias del medio y de la selección inducida por los requerimientos humanos, puede que sea de menor significación, ya que, por el progresode las comunicacionesy trasporte, se ha producido una revoltura de las familias y castas antiguas. Hoy lo que tenemos en cadacaballo esun promedio de todas las posibles líneas, familias o castas, pero en cada individuo subyace, está latente, el manifestar algunos de los atributos que hasta hace poco tiempo los diferenciaban. Por lo que al aparear un potro y una yegua en los que ese carácter esté presente, lo más probable es que se manifieste, especialmente si su herencia es de carácter mono génico.
Arturo Lavín Acevedo, Cauquenes del Maule, julio del 2011.