Víctor, la partida del Domador
Por Vicente Pérez Alarcón
La mirada quieta de Víctor se acerca con tranquilidad y confianza al receloso caballo chúcaro. Sabe que su fórmula del Control Circular del Caballo será la forma de conseguir convertirse en su líder y que el chúcaro terminará por aceptarlo como su amigo. Así fue en toda su vida mi entrañable amigo y compañero de aventuras don Víctor Vega Luengo, un hombre con mirada de caballo y un alma de niño, lleno de viajes rumbo a la fantasía que son el premio de los soñadores y aventureros… Seguramente por eso fuimos tan grandes compañeros, un universo de desafíos que compartimos por más de cuarenta años de amistad.
Anoche el corazón de Víctor, El Domador, no estuvo a la altura de su dueño y simplemente se detuvo… no pudo con la enorme alma de su dueño y nos dejó sin su arrojo, sin su persona amable y sin un amigo temerario, entretenido y cordial.
Su vida fue nacer, vivir y morir junto a los caballos. Curicano por nacimiento y Araucano de pura cepa por su sangre templada en Arauco y en la Isla Santa María de su abuelo, donde los caballos comenzaron desde que era una guagua.
La vida para Víctor fue un desafío, se casó siendo muy joven y se fue a Venezuela donde prosperó, volvió rico para comprar una collera de yeguas para correr el Champion de Chile, Rumena y Atinada, otra aventura fantástica. Recuerdo que cuando bajó del avión el diario me envió a entrevistarlo a la bajada del avión pues era una noticia que un millonario exótico “Guajiro-Chileno” regresara para vestirse de huaso y correr el Champion.
Nunca más dejamos de ser amigos, viajamos por Chile entero, Argentina, Uruguay y Brasil donde domó muchos caballos siendo siempre una atracción; lo llamaban El Mago, el Encantador y el Brujo por su método infalible de domar sin dolor… Sabía y dominaba el conductismo y la etología pues era un hombre educado e ilustrado. Por ello disfrutamos, nos reímos y bebimos juntos el vino de la amistad, los viajes y las aventuras.
Te vas amigo Víctor, el domador, pero te quedas porque con tu viaje las aventuras juntos se transforman en recuerdos y me quedo con la tarea de lograr un nuevo desafío imposible, al fin y al cabo, nacimos trashumante compadre.
Le pido a Dios que te reciban mil caballos, ojalá chúcaros, para que me esperes y cabalgar por las nubes juntos de nuevo.
¿Qué sería la vida sin desafíos, sueños y aventuras…?