Silencio en las quinchas: "Coligüillo" ya no está más
Por Vicente Pérez Alarcón
Francisco "Coligüillo" Parada heredó su apodo de su padre; también heredó su pasión y talento. Siempre pulcros en el vestir, perfectos en lo social, atractivos como amigos.
Don Mario, "Coligüe viejo" fue hombre educado y apegado a la familia Bustos, en Muticura. Ahí se hizo peón de a caballo y brilló en tiempos de súper cracks del rodeo, como los Bustos, Benavente y Urrutia, con don Chanca a la cabeza. Así, en esa dinastía de huasos extras, don Mario Parada hizo familia hasta allegar a su estribo de buen viejo a Pancho, "Coligüe", su hijo, nuestro amigo, que afortunadamente para el rodeo entregó igual que su padre su vida a los caballos.
Pancho fue buen huaso; bueno para los caballos, diablo en el arreo y en las ramas, pero como buen peón, hoy los llaman "corredor profesional", supo de los avatares que da correr caballos buenos y mancos malos, generalmente asociados a patrones exitistas. Pero también probó el adictivo veneno del triunfo cuando "anduvo de a caballo" y cosechó elogios y muchos amigos.
Don Francisco Parada Carrasco fue un caballero, quieto y ausente de juicios personales, un agradecido de la vida y del rodeo, pues fue justamente en él donde encontró la felicidad. Quizás por ello su abrazo gentil, ese de huaso que se alegra de ver al amigo, de compartir "un algo espirituoso" en la ramada... de bailar una cueca y un corrido y arrear a la mesa una bonita, privilegio de la fiesta que es inherente al jolgorio del huaso en rodeo.
"Coligüillo" Parada, mi amigo, ya no está más. Un 13 de febrero no le pudo ganar al jinete negro de la muerte y dejó la gran pena de ausentarse rumbo al potrero eterno, ese de los recuerdos donde coexisten los inmortales, aquellos que se quedan en caballos y anécdotas simples que los humanos llamamos vivencias.
Seguramente Dios necesitaba un huaso alegre a su lado y llamó a "Coligüillo".