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Cabalgata Arica Santiago, Pasando la Mitad del Recorrido

Cabalgata Arica Santiago, Pasando la Mitad del Recorrido
Los jinetes y sus caballos ya transpusieron los mil trescientos kilómetros del trazado que los traerá a Santiago para el 18 de septiembre cumpliéndose hasta aquí rigurosamente el plan trazado. Las jornadas de ocho hasta doce horas diarias no han afectado
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Por Vicente Pérez

Son como fantasmas que se dibujan en el polvoriento caliche de la pampa, la misma costra amarillenta que originó la Guerra del Pacífico, esa que se quebraja con los cascos de los caballos transformándose en un polvillo que entierra los mancos hasta las corvas, para dejarlos hacer pié nuevamente en la arena compactada del desierto.

A tranco de chilenos, la cabalgata Arica Santiago, entró a Chile desde el Perú trasponiendo la Línea de la Concordia aquel 22 de julio, la esperaban los huasos para brindarles un esquinazo con tres pies de cuecas que el jinete Tristán Hermosilla, apeándose de la mulata Norteña, bailó con emoción mientras su patrón y compañero Sergio Rodríguez apretaba la emoción bajo el chamanto. De ahí, tras la bienvenida del alcalde de Arica, Carlos Valcarce, los jinetes iniciaron su andar acompañados de más de 30 jinetes ariqueños que los escoltaron por las calles de una ciudad volcada en entusiasmo, que se dio tiempo para la espontaneidad chilena y detener la caravana de huasos en un aro de vino y empanadas, en una avenida que los recibía como héroes.

De ahí al Morro de Arica, en donde el Ejército le brindaba una ceremonia en formación de homenaje disponiendo banda, infantería y cuatro lanceros y un clarín. Ahí, en tierra conquistada, Ejército y Huasos revivieron la gesta del 7 de junio de 1880 para finalizar en un ¡Viva Chile! Que estremeció el alma.

Al toque del clarín, los lanceros escoltaron a estos huasos peregrinos hasta la salida sur de Arica. Se había completado el primer tramo y se iniciaba el tranco del silencio, aquel de dos almas conjuradas en mostrar la real valía de nuestro caballo, ese que volvía al desierto después de más de 100 años de desembarcar en Pisagua, para vencer en Pampa Germania y regresar desde el sur del Perú en una caballería invicta.

 Los jinetes, los caballos y el desierto más árido del planeta.

A Fuerte Baquedano y Humberstone

Tras seis días de cabalgar a vista de carretera, acampando y forrajeando con los víveres traídos en el camión de apoyo y recibiendo los bocinazos de saludo de los vehículos que transitaban por la ruta, arribaron al Fuerte Baquedano en donde una vez más el Ejército los cobijaba. Allí el homenaje de la Caballería Blindada y la Infantería no se hizo esperar, pues fueron recibidos con formación de honor haciendo su entrada al galope por Pampa Germania, tierra sagrada, en donde la Caballería Chilena realizó la primera carga de la Guerra del Pacífico. En ese lugar el Caballo Chileno fue premiado con este honor en una ceremonia militar que nos hizo llorar lágrimas de Huaso.

 El Ejército saluda a los aventureros del desierto. 

Concluida la ceremonia, el tranco se endilgó rumbo a Humberstone, una salitrera abandonada que desde sus ruinas sintió en eco el pisar de los caballos, haciendo abandonar a los turistas extranjeros el pasado glorioso del salitre y sus instalaciones para enfocar sus cámaras a estos huasos exóticos en un paisaje del desierto.

La próxima parada sería en Alto Hospicio, donde los esperaban los huasos de Iquique que salieron al encuentro de 'A tranco de Chilenos' para escoltarlos hasta su medialuna. Allí se habían dispuesto pesebreras, forraje y acomodaciones, atenciones que rubricó en un gran asado.

Al día siguiente los escoltarían hasta Iquique en donde tras cabalgar cuatro horas la caravana se detuvo en la Plaza al Minero en donde el alcalde Jorge Soria los recibía en una ceremonia que fue televisada y con todos los medios de comunicación locales presentes. Tras ello unos kilómetros más para arribar al Centro Ecuestre del Ejército en donde tomarían el primer descanso de tres días.

Aquel 31 de julio el frontis del histórico Teatro Municipal de la Plaza Prat de Iquique amaneció con un letrero gigante que rezaba: "Adiós a la cabalgata Arica Santiago". El lugar y la ceremonia habían sido dispuestos por el alcalde Soria para despedir a los jinetes que retomaban la marcha. A ella habían sido convocadas todas las autoridades que presenciaron un acto cívico con cuecas y cachimbos nortinos a cargo del Club de Cuecas que preside Alonso Gallardo, huaso montado que se prodigó en atenciones. Ahí, en ese marco el alcalde subrogante José Riquelme Basso suscribió el pergamino de unión con las tradiciones que portan los jinetes, documento que en cada ciudad o pueblo vienen suscribiendo a nombre de los criadores de caballos y del rodeo chileno. Un intercambio de regalos entre huasos e iquiqueños para dejarles el estándar de la raza del Caballo Chileno a la ciudad de Iquique en testimonio de la pasada de nuestros huasos. De ahí a montar y nuevamente acompañados de los huasos iquiqueños la caravana enfiló por la calle Latorre hasta la costanera rumbo al sur para decir "Adiós a los jinetes del desierto" -como titulaba el diario La Estrella de Iquique en su portada- escoltándolos unos 15 kilómetros a la salida sur de la ciudad.

Allí, la maña del huaso volvió a manifestarse cuando la hilera de huasos vio un letrero en una picada de camioneros llamada 'El Corralero'. Sin mediar palabras se encaminaron hacia el restaurante para buscarle alivio a la sed en un aro que fue la despedida emocionada. Lo más simpático de todo es que el propietario nunca había visto huasos de verdad y en premio no quiso cobrar la cuenta que no era pequeña.

Entrando a Antofagasta

Lo que venía no era poco, desierto y más desierto rumbo a Tocopilla, allí surgió el primer problema al sufrir dos de los caballos el corte de las herraduras de las patas obligando a una detención para corregir el herraje. La labor la vino a cumplir desde el regimiento de Antofagasta el Capitán Prieto con su Herrero, que tras viajar más de 200 kilómetros cumplieron su cometido. Había que ganar terreno y aumentar la marcha. Así Sergio Rodríguez, afectado de una fuerte gripe, tomó la decisión de aumentar en una hora el tranco diario buscando reponer el tiempo. Así fue como tras dos jornadas avistaron La Portada, seña inequívoca que se arrimaban a Antofagasta. La tentación fue grande, no podían pasar por allí sin fotografiarse con este monumento de la naturaleza. Un tirón a la rienda de afuera y agreguémosle ocho kilómetros más al calendario para una foto.

Pero el Ejército los salió a recibir con ocho jinetes en el cruce de la carretera con el desvío a La Portada. Allí soldados y huasos se fundieron en un abrazo y con esta escolta enfilaron rumbo a la ciudad para trasponerla en medio de cientos de personas que vitoreaban su paso hasta el regimiento, lugar en donde harían control veterinario y repondrían el herraje a cargo de Matías Naveillán, experto que repuso las puntas de tungsteno en las herraduras.

La llegada al regimiento fue impresionante. En efecto, a los son de la marcha 'Los viejos estandartes' entonada por la banda de guerra hicieron su entrada recibidos por el Comandante y la tropa formada que estalló en un aplauso de bienvenida.

La caballada fue atendida con esmero por el personal del Centro Ecuestre. Fue impresionante ver como se revolcaban los mancos en los corralones, bebiendo agua a discreción y devorando la alfalfa fresca que reemplazaba a los secos cubos del viaje.

Al otro día Matías Naveillán comenzó su trabajo de cambiar herraduras, los jinetes de descansar un poco y conocer la ciudad al tiempo que reponían provisiones para el viaje y enviaban sus ropas a la lavandería.

 Tiempo para el descanso y luego continuar con el plan.

Era tiempo de soltar bueyes un rato. Para ello nada mejor que un rodeo. Coincidentemente se efectuaba el rodeo de Antofagasta en el marco del Día del Minero que se celebra para su patrono San Lorenzo. La medialuna, ubicada entre el regimiento y las ruinas de Huanchaca, una fundición de plata boliviana, ardía en el rodeo organizado por Fernando Hidalgo, huaso llegado de Pichidegua y superintendente de la planta de Esso en Antofagasta, que se había preparado para recibir a los huasos aquel viernes en la noche. Allí una cena acampada y unos brindis a nombre del caballo chileno para recogerse temprano, pues al otro día había rodeo.

Aquel Rodeo Nortino

Treinta colleras llegaron desde Arica, Iquique, Calama y Antofagasta. El ganado, un poco más de 100 toros de unos 450 kilos promedio, que le dieron tarea a los huasos para enquincharlos. La fiesta excelente y cientos de parejas bailaron toda la noche solamente cuecas, pues allí no se baila otra cosa. Hay que ver cómo se siente la Chilenidad en el norte, con orgullo, profunda y en serio. Niños, jóvenes y adultos repletaban la pista de baile en cada cueca. Me sentí avergonzado de haber bailado otro ritmo alguna vez en una ramada de lo que ellos llaman el sur.

El domingo el rodeo esperaba a los jinetes para homenajearlos en el champion. La banda del ejército entonó fuerte el Himno Nacional y las 25 colleras, formadas por el capataz para homenaje, aplaudieron a los jinetes sumándose a una medialuna repleta. Tras hermosa alegoría al minero, al hombre de la pampa a cargo de Iván Zúñiga, el presidente Fernando Hidalgo hizo entrega de un galvano a los jinetes, quienes a su vez entregaron un testimonio de su visita a Iquique.

Rumbo al Sur

La marcha se reinició el martes rumbo al sur, endilgando el arreo 240 kilómetros hasta Tal Tal, en donde la cabalgata detuvo su andar por un día para reponer fuerzas, acercándose así a la mitad del camino de estos jinetes en su arreo rumbo al sur.

El paso siguiente sería salir del desierto rumbo a Chañaral acercándose a Pan de Azúcar para acometer la llegada a Caldera, lugar es donde la cabalgata fue recibida con vítores en las respectivas plazas de armas.

Copiapó es la estación donde se encuentran actualmente los jinetes, avistando con la esperanza que ya entraron en territorio de rodeo y criaderos, al tiempo que los huasos se preparan para campearlos a su paso.

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