Santiago Urrutia Benavente, la Magia de un Gran Jinete II
Por Jorge Lasserre Lafontaine
A través de su dilatada trayectoria deportiva, además de Atiliano Urrutia, don Chanca, tuvo como compañeros a los jinetes, Juan Cueto, Segundo Tamayo, Nene Bustamante, Chino Caro, Sergio Parada, Samuel Parot Gómez, Servando Benavente, Alejandro Fuente, Raúl Rey, Mario Molina, Julio Roberts, Mario Parada, Enrique Munita, Claudio Mallea, Felipe Urrutia, Gonzalo Urrutia, Mario Casanello, Rodolfo Sepúlveda, Samuel Parot Ugarte y Germán Muñoz, con quienes incrementó su nutrido curriculum de éxitos.
De gustos austeros, aficionados a las zorreaduras y la caza de liebres, don Chanca se dedicó a la agricultura y ganadería en los campos de El Salto (Parral) y San Antonio (Talhuenes), ambos de su propiedad. Paralelamente, desarrollo un notable trabajo en la crianza de caballos en su criadero Los Tilos, que se origina con el potro Longaviano, padre de Quillacón, (Enchufe y Colicura) que le prestara don Alberto Benavente por muchos años y que finalmente regresara junto a su dueño, falleciendo en el fundo de don Alberto, en Longaví.
Por otra parte, su compañero Atiliano Urrutia inscribió como crías a Maraña II, Mentita, Marmota, Andatarde, Raptora, Encopado, Gamo, Maromero, todos hijos de Maraña con Manantial y Longaviano.
Fue también don Alberto Benavente quien regaló a don Chanca el caballo Quillacón nacido en 1938 (Longaviano y Enjalme) que dio solamente dos crías: Quillacón II y Arrastrada, convirtiéndose Quillacón II en la base del criadero Los Tilos y de cuyas crías registran una excelente campaña corralera: Huingán, Candileja, Afanado, Campero, Campera, Rastra, Barranco, Candonguita, Tula, Lonja, Ronda, Charchalera, Quillacón III y Angamos.
Ataja don Chanca en Candileja. Arrea Samuel Parot en Perniciosa.
Entre los rasgos de carácter más conocidos de don Santiago Urrutia, no figura la paciencia. Fue un hombre enérgico con los caballos, salvo el especial caso de Cachupín (foto principal campeón a la rienda en 1970, 71, 72 y 73) que, como casi todas sus montas, lo había iniciado don Segundo Tamayo y que continuó trabajando personalmente. Fue precisamente con Cachupín -que le permitió cuatro títulos nacional en Rienda- que a mi juicio logró realizar de manera tan eficiente la prueba de la 'Vueltas Sobreparado', lo que será muy difícil superar alguna vez en la vida: no me imagino cómo podría hacerse mejor.
Personas que convivieron con Don Chanca, cuentan haberlo visto retroceder largas distancias en su caballos Cachupín, sin realizar un solo tirón o movimiento brusco, como tampoco efectuó en este caballo más de una vuelta, en un mismo punto. Sin duda, son antecedentes notables que se pueden servir otros jinetes en la enseñanza del caballo.
Quienes tuvimos el privilegio de verlo correr, no podemos olvidar aquella elegancia de la que hizo gala como jinete. Corría en forma espectacular, dando bastante animal al caballo, siempre muy bien montado en la montura, de gran equilibrio y desenvuelto manejo; con los codos pegados al tronco y las manos bajas. Al verlo entrar a la medialuna, muchas veces me tocó escuchar los aplausos con que le público aficionado le mostraba su cariño y admiración, incluso fuera de la zona en que vivió.
Recuerdos como éste se volvieron muy nítidos cuando nos tocó despedirlo. Sus funerales, a los que concurrieron corraleros de muy distintos puntos del país, impresionaban y sobrecogían. Allí estábamos quienes, como en mi caso, lo conocimos y admiramos a través del rodeo, construyendo una profunda amistad llena de afecto. Un grupo enorme de huasos a caballos siguió el paso del cortejo por las calles de Parral en que conocidos, vecinos, amigos y público en general, aquel 11 de septiembre de 1990 desoyendo la lluvia copiosa y persistente, le rindieron un postrero homenaje.
Don Chanca: Difícilmente lo que he contado podrá expresar cabalmente lo que usted representó y simboliza para los corraleros del país; le ruego que disculpe mis limitaciones, pero puedo asegurarle que cuanto he dicho lleva contenido un gran afecto e imborrables recuerdos.
Fuente: Anuario del Rodeo 1991