Los Primeros Campeones de Chile: Una Historia de Auténticos Huasos
Por Luis Iván Muñoz Rojas
¡Por Dios los Rancagüinos atentos y cariñosos!, pensaba Ernesto Santos Fernández al tomar el tren en la Estación de Rancagua para regresar a su querida tierra de Cautín.
Pedro Emilio Pérez, Eugenio, Juan Undurraga, Jorge y Augusto Rojas, Poncho Casanello, Bimba Naretto, Capacho Torres y tantos otros que los habían acompañado a él y a su hermano Tito, desde la llegada, varios días antes, para participar los días 13, 14 y 15 de marzo de 1948, en el Rodeo de inauguración de la Medialuna Gigante de Rancagua, hasta despedirlos en el andén al subir al tren, queriéndolos hacer olvidar el mal rato y sabor amargo de la derrota en la Medialuna.
Ya solos y al iniciar el viaje, su hermano Tito intentaba por todos lo medios levantarle el ánimo. Le recordaba cómo la gente los seguía en las calles, los había aplaudido desde la llegada a Rancagua, los trataron como verdaderos campeones, sin conocerlos, sólo por lo que de los Santos se escuchaba en el Norte, se hablaba de sus triunfos en los rodeos del Sur, seguramente magnificando sus condiciones. Los Rancagüinos los llevaban a sus casas, los invitaban a sus fiestas. Huasos o no, eran sus seguidores y les demostraron su cariño. Los habían hecho sus favoritos.
Sin poder dormir y mientras el tren se alejaba lentamente en dirección al Sur, don Ernesto pensaba en las yeguas negras, Parka y Vanidosa, que habían dado la pelea hasta el final. Pese a ser yeguas aún nuevas, habían demostrado que no era un mito el de los Santos. La fama que antecedió a su llegada, decía que en el sur, de cada 10 rodeos en que participaban los Hermanos Santos, al menos, ganaban 9. Y eso era una verdad.
En Ajiaco y Clarín, Carbón y Alquitrán, Parka y Pulsera, Vanidosa y Bototo, Pato y Zulita, Relámpago y Polola, acollerándose indistintamente cualesquiera de ellos, de verdad que arrasaban desde Los Ángeles a Osorno, especialmente cuando las colleras las corrían los dos hermanos mayores, Tito y Julio, que eran los mejores y más afiatados jinetes.
Cuando se encontraban en los rodeos del Sur, amigos como Lito Anguita, Baltazar Puig, Manuel Bunster, Fernando Aguirre y Edmundo 'Momo' Moller, les insistían en que tenían que ir a correr al Norte, a Los Andes, a la Quinta Normal en Santiago, a Rancagua, San Fernando, Curicó o Talca, para encontrarse con los grandes del Norte, donde destacaba la legendaria Comunidad Darío Pavez, su Criadero Las Camelias, y sus jinetes de los Chamantos Verdes, que por tres décadas venían arrasando en las Medialunas Nortinas, desde los primeros tiempos con jinetes como Belisario Molina, Abel Meza, Guillermo Ibarra, Ignacio Ruz, Rodolfo Urbina, Efraín Donoso y, en los últimos tiempos, con José Zavala, Orlando López, Arturo Ríos, José Larenas.
Sus jinetes y también sus caballos, como Quebrado, Guaraní, Cumparsita, Salofeno, Pichanguero, Prestigio, Ambicionero y tantos otros que ya en esa época eran parte de una leyenda.
De Talca al Norte, los de la Comunidad Darío Pavez eran inganables, como los de Los Ángeles al sur eran inganables los famosos Hermanos Santos.
En el verano de 1948, corriendo el rodeo de Pitrufquén en el primer animal del Champion, los hermanos Tito y Julio hacen una mala carrera y quedan con 0 puntos contra 5 buenos de don Edmundo Moller y su empleado de toda una vida, José Zapata.
Se les acerca don Momo y dirigiéndose a Héctor, le dice: 'Tito, hasta hoy nunca les he podido ganar un rodeo. En el Norte ya he logrado alguna vez ganar a la Comunidad Darío Pavez, creo que hoy cumpliré mi meta y les ganaré a los Hermanos Santos del Sur'. Tito le contestó riendo... 'pero don Momo si aún quedan dos toros y en el próximo va mi hermano Julio a la mano, y ese sí que es ponedor'. El que iba a la mano escogía el toro, Julio escogió un novillo lagarto, largo y cachudo, los Santos le pusieron 9 buenos contra 5 buenos de don Momo. En el tercer y último animal, Tito a la mano, escoge otro guacho parecido y le vuelven a poner 9 puntos buenos contra sólo 5 de don Momo. '18 contra 15', una vez más Champion de los Hermanos Santos.
Fue esa noche, mientras celebrábamos el Champion, cuando don Momo nos convenció de venir a Rancagua, no sólo para encontrarnos con los grandes del Norte, sino porque existía un compromiso de todos los corraleros de Chile de apoyar a Rancagua, que el 11 de marzo de 1948, inauguraría una Medialuna Gigante para reemplazar la que existía en la Feria Regional, detrás de la estación de ferrocarriles. En Rancagua la Braden Cooper, propietaria de la Mina El Teniente, los empresarios, profesionales, agricultores, el Senador Francisco Bulnes Correa, parlamentarios, los tres periódicos locales (El Rancagüino, La Crítica y La Tribuna), el Banco de Chile, a cuyo Gerente General, señor Ricardo Letelier convence al Diputado Fernando Morandé, Osvaldo Pazols, Guillermo Berríos, Julio Bustamante, Alberto Araya, los hermanos Ortiz, don Pedro Emilio Pérez, don Gernán Ibarra, don Sergio Drago, don Armando Soto, y tantos otros habían puesto dinero y el trabajo necesario para construir una gran Medialuna en los terrenos cedidos en como dato por el Alcalde don Luis Herrera.
Los planos de la Medialuna los hace Jorge Ibarra (padre del Chipo), los de las instalaciones, el arquitecto Eduardo Iribarren, y el constructor Felipe Hidalgo. Los materiales y la mano de obra a cargo de Mister John Straney de la Braden Cooper Co.
Los primeros campeones de Chile, hoy: José Gutiérrez y Ernesto Santos, junto a Ernesto Loaiza (al centro).
Se inauguraría la Medialuna más grande de Chile.
Las gestiones del Diputado señor Humberto Yáñez Belasco, logran obtener la resolución del Consejo Superior de Fomento Equino, y se otorga, por primera vez para Rancagua, la categoría de Rodeo Oficial de esta fiesta de Chilenidad.
Tanto esfuerzo, pensaba Ernesto Santos, los había obligado a venir desde Cautín para apoyar con su participación a los corraleros de la Zona Central.
Los recuerdos se agolpaban en su mente. Habían pasado algunas horas desde que tomaron el tren en la estación de Rancagua, recién habían dejado atrás la estación de Curicó y para Ernesto era imposible dormir. Tito dormía desde hacía ya un buen rato. Quizás su mayor experiencia, su forma alegre de enfrentar los desafíos deportivos, lo hacía ver las cosas distintas y tomarse la vida en forma más relajada.
LA FAMILIAQuedan tantas horas de viaje hasta Temuco que, Ernesto prefiere cambiar de pensamientos y poner su mente a recordar a su familia y así tratar de olvidar la pena de la derrota en Rancagua y la pena que tendrán sus padres y hermanos cuando sepan cómo perdieron, especialmente sus padres, don Honorindo Santos Canales y doña Gregoria Fernández Benavente, quienes fueron los principales y más entusiastas impulsores de la idea que los Hermanos Santos viajaran a Rancagua y demostraran sus condiciones corraleras.
Éramos nueve hermanos, siete hombres y dos mujeres. Tito, el mayor, nació en 1910, en 1912 nace mi hermana Elba, el año 1914 nace Julio, en 1916 Ernesto, y así con dos años de diferencia fueron naciendo mis otros hermanos, Honorindo, Irma, también aficionada a los caballos chilenos, siempre quiso participar en un rodeo oficial, pero mi padre no se lo permitió. Después vienen Sergio, Luis Dagoberto, que llega aser Coronel de Ejército, gran equitador y participa en Europa integrando el equipo olímpico chileno, junto al Coronel Alberto Larraguibel; y por último, Jorge Arturo.
Como éramos muchos, durante los primeros años, mientras vivíamos en el campo, nuestro padre contrató un profesor que nos enseñaba las primeras letras, tanto a nosotros como a los hijos de los vecinos.
A Julio lo crió hasta los 7 años Ovidio Ribas, el padrastro de nuestra madre. En esa época don Ovidio administraba en Cunco los campos de la Comunidad Silva Ribas. Tenía en Julio a su pequeño compañero, lo amarraba al caballo y salían a recorrer el campo, 'Viajábamos durante días, llevábamos los cueros para su entrega en el pueblo y volvíamos con las provisiones', le contaba Julio cuando recordaban los primeros años de su infancia. Y lo que más le gustaba contar como atravesaban de a caballo dos veces al año el río Truful-Truful.
La familia se trasladó a Temuco y los hijos fueron ingresando al colegio. Los hombres al San José de La Salle, y las mujeres a las Monjas de la Santa Cruz. Su padre, agricultor y maderero, como lo había sido también su abuelo, quien recibiera del gobierno 500 hectáreas en Huichahue para su explotación.
Personajes de leyenda: Ernesto, Héctor y Julio Santos Fernández.
Personalmente atendía campos propios y arrendados. Los Fundos Danubio y Santa Inés, camino a Cherquenco hacia la Cordillera, Santa Ana, vecino a los anteriores, Los Lingues ubicado en Rari-Ruca, una estación de Ferrocarril antes de Curacautín, Semillero que quedaba de Freire a la Costa.
Durante meses debía permanecer fuera del hogar para atender campos extensos y distantes entre sí, por lo que siempre pensaba que la ayuda de sus hijos sería importante para el futuro.
Fácil es entonces, prever que al cumplir los 16 años, los hombres se irían retirando del Colegio La Salle. Tito se hizo cargo de Los Lingues, Julio, del Fundo Danubio y los campos vecinos.
Julio, además de los caballos, era muy aficionado al boxeo y ya a los 18 años, le había arrebatado el Título Sudamericano al Temucano Diógenes Lobo. Al año siguiente, se vio obligado a defender el título en Valdivia frente a Raúl Carabantes. 'Este Carabantes era un técnico, yo sólo un aficionado', decía don Julio. 'Perdí el título, pero, años más tarde, a él tambíen le dieron una paliza, cuando se enfrentó al popular Antonio Fernández, alias 'Fernandito'. Ahí me quedé tranquilo.
Al cumplir 16 años, Ernesto también se retiró del colegio y fue enviado a Los Lingues para aprender de su hermano Héctor. Recuerda Ernesto como Tito le enseñó a familiarizarse y aprender de las labores del campo y las del aserradero. 'Me hizo un buen agricultor y maderero, y en los tiempos libres, me pulía como jinete y corríamos la vaca. Trabajé con Tito hasta los 20 años, y cuando él se casó con Olga García Sabugal, me independicé y arrendé un campo en Toltén...'.
En esa época los bravos en las Medialunas del Sur eran los Guzmán de Mulchén, especialmente don Federico de Los Sauces, los Hermanos Fuentes que corrían los caballos Zorro y Mordaza de don Carlos y Artemio Ramos, la Hacienda Santa Julia de Vilcún, propiedad de la sociedad Encina y Barker, Fernando 'Peteco' Aguirre y su hermano Alejandro, del Fundo La Esperanza, y el Budi de don Arturo Alessandri, Oscar Loyola, los Hermanos Stolzenbach y los Hermanos Hott de Osorno.
Julio, por su parte, explotaba el Fundo Danubio, trabajaba el campo, aserraba maderas, tanto del fundo como de los campos fiscales vecinos.
Su padre, Alcalde de Temuco, y más tarde Juez de Paz, confiaba en el trabajo de sus hijos a quienes, además, incentivaba en su afición por los caballos y el rodeo.
Los viajes de ese entonces entre Temuco y los fundos y entre estos mismos eran todos a caballo, como asimismo a caballos, se trabajaban los campos. 'En los paraguas al lado de afuera de las casas siempre había caballos ensillados para cualquier emergencia'.
Julio se aficiona y practica rodeo en la Medialuna del Fundo Curileo de don Alberto Reveco, por donde pasaba camino a su trabajo en el campo o a los aserraderos. Ahí en Curileo, en collera con el profesor de fundo, don Omar Loyola, corre por primera vez un rodeo en su yegua Mona. Más que un rodeo, como se conoce ahora, en los primeros años era una fiesta de amigos, 'bastaba que nos encontráramos, lo que no era tan frecuente, por las distancias, se organizaba un asado y vamos corriendo'.
Julio corre su primer rodeo oficial en Lautaro, con Jorge 'Zorro' Fontaná, sigue corriendo con amigos, como eran los hermanos Fontaná, con el arreglador de ellos, Eliseo Calderón, con Tito Villegas, y con su hermano Tito, y, ocasionalmente, a su vez estos corren ente ellos o con Pepe Gutiérrez y con tantos otros buenos amigos de esos entonces. Lo importante era hacer deporte, correr la vaca y enseñar a otros a correr.
Ernesto recuerda cuando a los 16 años los acompañó Julio, corrió y premió en su primer rodeo oficial en Lautaro. 'Corrí el Moro, un caballo blanco, y Julio un caballo rosillo que le había prestado Carlos Ramos de Victoria'.
'Llevando los caballos de tiro y corriendo en todo el Sur, habíamos ganado tantos rodeos y tantas veces en Freire, Loncoche, Pitrufquén, Lautaro, Traiguén, Los Sauces, Angol, Osorno, etcétera. La coller brava siempre era la de Tito y Julio...', pensaba Ernesto, quien durante los primeros años sólo los acompañaba para aprender. Rara vez lo echaban de a caballo. Lo encontraban muy nuevo.